«Monoimi» de Leandro Diego es un libro atípico, como la época. 93 poemas cuya acción sucede en el Garlic (ajo), un bar más mental que físico, donde habitan personajes como Don Yatel, el Tabunco, Darlith, la gorda Cultura y un “él” que observa todo desde afuera mientras escribe “en su cuaderno Moleskine*”.
A mitad de camino entre el Bar Princesa donde bailaba la Gran Lady redonda y el “Café Bretaña” de Santiago Sylvester, el escenario de “Monoimi” no se compone tanto de una barra, copas y botellas, sino del cruce de tonos y discursos: los soliloquios de esas sombras que se mueven en el bar, cruzando la filosofía con la calle, el zenismo con la publicidad e internet.
Muchas escenas del libro transcurren en la «noche retórica», antes o después de «la elipsis»: hechos que se presumen pero no se cuentan y arman un núcleo de sentido imposible de asir.
Curiosamente, el título del libro refiere a un concepto contrario a la vida pública que pide el bar. Una de las acepciones de monoimi
物忌み es recluirse en el hogar para evitar ambientes impuros. Tal vez solo desde ahí pueda contarse lo que la noche dejó atrás “en la cuadra, en el ghetto, en el barrio”.
voy a poner un bar
había dicho el Tabunco
cuando la hija se le instaló
en la casa;
y cambió de oficio,
de ideología
de fe
un bar sin cultura,
en esta misma cuadra
en el que nada se archive
ni se repita:
un bar
donde las cosas siempre estén pasando y
nada pueda transmitirse
Editado por Años Luz Editora
foto de tapa: Florencia Viadana